Las frases hechas:

“Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población vive en ciudades”. “Al 2050, 4 de cada 5 personas serán urbanas”. Cuando era estudiante de universidad, leía y escuchaba con atención y curiosidad estas “frases hechas” al comenzar un libro sobre el estado actual de las ciudades, o en alguna conferencia sobre las mismas. Diez años después de mis primeros acercamientos y curiosidades, afirmaciones como estas ya no causan ningún tipo de asombro. Mi respuesta inmediata a este tipo de cosas es decir: “ya… ¿y?”. 

Dichas afirmaciones tienden a uniformizar el discurso sobre las ciudades, como si todo fenómeno urbano fuera el mismo. Así, descuidamos las diferencias entre grandes ciudades, metrópolis, ciudades medias y pequeñas. Sí, es cierto, la mayoría de personas vivimos en ciudades, pero no todas las ciudades son iguales.

Felizmente de esto ya hace buen tiempo se viene discutiendo dentro y fuera de Latinoamérica. De hecho, la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible – Habtitat, llama la atención acerca de la construcción de una agenda urbana que abrace todos los niveles de asentamientos humanos (¡no!, no se trata de los “asentamientos humanos” que usualmente pensamos – las esteras en la punta de los cerros – felizmente para Naciones Unidas, San Antonio en Miraflores y Saúl Cantoral en San Juan de Lurigancho son, ambos, “human settlements”).

Aportes para la agenda:

¿Qué puntos debería tener esta agenda urbana? Difícil pregunta y nadie la responderá por sí solo. Creo, sin embargo, que en el Perú los puntos de esa agenda no deben construirse exclusivamente desde los lentes de Lima. Es cierto que nuestra ciudad es fascinante y compleja, pero no agota todo el fenómeno urbano. En este sentido, sería importante plantearnos cómo una agenda urbana-rural puede complementar los desafíos del hábitat en general, donde los problemas y desafíos de las grandes ciudades, son solo una parte. Y aquí será decisivo discutir sobre ciudades intermedias, ciudades rurales, y asentamientos rurales.

Abrir el abanico de tipos de fenómenos urbanos ha llevado a examinar el rol que las ciudades intermedias – por ejemplo – juegan en los sistemas de ciudades nacionales e internacionales: rol de intermediarias que tienen estas aglomeraciones en las dinámicas territoriales – ya no solo urbanas, ni solo rurales.

Sobre ciudades intermedias y/o rurales en nuestro país sabemos muy poco, pero algunos datos son relevantes. Uno de ellos, es que desde 1981 estas tienen una tasa de crecimiento mayor que Lima; otro dato, es que el número de centros poblados de más de 10 000 habitantes ha crecido desde 78 en 1981, hasta 142 en 2007.

Un país como el nuestro, con un sistema de ciudades macrocefálico, tiene que pensar el rol de las ciudades intermedias, como mínimo, por su efecto morigerador que podría tener en la hiperurbanización que ejerce nuestra ciudad capital en dicho sistema (¡1 de cada 3 peruanos vive en Lima Metropolitana!). Además de - por supuesto- poner en cuestión si tenemos un verdadero "sistema" (integrado) de ciudades.

El rol de las ciudades rurales e intermedias en la agricultura es clave. Sabemos que en muchas de estas ciudades, sobre todo en la costa, las personas siguen dedicándose a la agricultura, a diferencia de ciudades intermedias en la selva y ceja de selva que son predominantemente comerciales. Existe una fuerte relación entre desarrollo agrícola y densificación rural, y actualmente las políticas de desarrollo rural son manejadas por el sector agricultura, pero ¿tendrán alguna idea acerca del papel que pueden jugar las ciudades intermedias en el sector? Claro, allí donde se dice que "sólo la extracción minera salvará al Perú" trayendo crecimiento económico, y que la agricultura es una actividad de pobres, establecer la relación entre ciudades intermedias y desarrollo agrícola es impensable (sino es que inconveniente).

"Las ciudades rurales" deben ser un gran tema de debate, en la medida en que el crecimiento urbano no se da tanto por migración a grandes ciudades, sino por densificación rural. ¿Alguien sabe cómo están creciendo estas ciudades?, ¿cómo están siendo gobernadas?, ¿qué problemas tienen en movilidad, seguridad, equipamientos? Estas ciudades son clave, no solo por su función de mercado para los productos del sector, sino también como mercado de trabajo temporal – recordemos que la agricultura es una actividad estacional – lo que supone mayor movilidad rural-urbana.

Finalmente, los asentamientos rurales (los llamados centros poblados menores y dispersos) también deben estar presentes en la discusión sobre el hábitat. Lamentablemente nuestra forma de ver lo rural ha sido construida exclusivamente desde los lentes de la agricultura. Campesinos y no residentes, eso es lo que vemos en el “mundo rural”, y eso debemos de cambiar. Porque el ámbito rural, antes que el-lugar-de-la-agricultura, es sobre todo un-lugar-de-residencia, que necesita de servicios básicos para su habitabilidad. 

En este sentido, podemos llamar la atención que se diga casi nada, en los medios de comunicación, sobre saneamiento básico rural y sobre la forma en que se encara el problema del saneamiento: como un hecho ajeno a una política de vivienda rural. Por el contrario, solo es parte de una política social en la que el actual PNSR – Programa Nacional de Saneamiento Rural – ha vuelto a un enfoque centralista de la gestión del sector, saltándose las competencias que corresponden a gobiernos regionales, a quienes deberían de fortalecer.

Para terminar...

La Conferencia Habitat III invita a construir y repensar la agenda urbana, en la medida en que las ciudades pueden conducir el desarrollo humano y el crecimiento económico de los territorios. Plantearnos los desafíos de las ciudades en sus diferentes escalas y tipos, nos ayudará a definir mejor las estrategias para una nueva agenda urbana, pero también rural. Lo urbano no es un hecho aislado, sus problemas y posibilidades ya no son exclusivos de las ciudades.